16 oct 2007

El no lugar.

Fin de semana largo en Buenos Aires. El sábado hicimos “casa de Ana” (gran abuela de mi hija y excepcional suegra) desde la tarde hasta la noche, acompañados por Emi, Tono y Caro (sobrino y cuñados, respectivamente). El domingo “campito”, así le llamamos al club y el lunes fuimos al no lugar por excelencia, El shopping, en este caso fue Unicenter.

No tengo muy claro de quien fue la idea, pero allí estábamos lunes feriado 15.00 horas dando vueltas por más de 20 minutos en el estacionamiento, buscando un lugar donde tirar el auto. Como dijo Ale: “ allí tendríamos que haber abortado el plan”, pero no, seguimos adelante y mas tarde nos encontrábamos inmersos en un maremagnum de gente, chicos, bolsas, negocios, patio de comidas y patio de juegos. Lo mejor es que nosotros no íbamos a comprar nada, los abuelos, que si iban en esa misión, tampoco compraron nada.

Fuimos a los juegos, mi hija tiene 3 años y como pretendo ser una madre respetuosa de los gustos y elecciones de mi hija no le prohíbo, ni le sugiero que los jueguitos (Zacoa, Playland, o como carajo se llamen) son una cagada en el mas amplio y contundente sentido. Son muy ruidosos y además bobos. No estimulan la creatividad, ni la participación, ni el aprendizaje, ni la curiosidad, nada de nada, solo espero que sean inocuos para el normal desarrollo de mi pequeña hija, ya que a ella le gustan y mucho. Solo me cabe como consuelo que hago un esfuerzo casi sobre humano para respetar el gusto de mi hija, aunque no coincida con el mío.

Bueno así las cosas estábamos toda la familia en alegre montón sumergidos en el peor de los mundos.

Por suerte pudimos escapar de allí después de dos vueltas en el tren del safari, mientras el padre de mi hija trataba de encontrar y entrar a un baño para poder controlar los síntomas de agorafobia, yo intentaba poner mi mejor sonrisa arriba del tren para que mi hija pudiera disfrutar de la endemoniada maquina , mi cuñada trataba de arrearnos para huir de allí, mi cuñado con cara de “en cualquier momento se me suelta la cadena y me transformo en un asesino serial” y la abuela proponiendo ir al Mac Donald a comer un tostadito.

Por suerte todos salimos ilesos y nos fuimos a tomar la leche a casa de Caro, Tono y Emi y nos recuperamos en la tranquilidad del hogar.

Después de la experiencia me preguntaba porque tropezamos una y mil veces con la misma piedra. Yo tengo claro, y Ale también, que aborrecemos los shoppings y sin embargo fuimos. Me parece que esta vez nos sirvió para mantenernos alejados de ese no lugar un buen tiempo.

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